miércoles, 18 de julio de 2012

César Borgia, en el blog de Ana María Vázquez Hoys


Desde 1452, Navarra estaba en guerra civil entre dos facciones opuestas: los agramonteses, partidarios de los reyes Juan y Catalina, y los beaumonteses, partidarios del Condestable del reino, el Conde de Lerín. César se puso al servicio de su cuñado el rey Juan de Albret, quien lo nombra Condestable y generalísimo o capitán de los ejércitos de Navarra.
Su primer objetivo militar fe la conquista de la plaza beaumontesa de Larraga y, ante un fracasado intento, pasó a la villa de Viana, en posesión del conde de Lerín. En marzo decidió conquistar la villa y lo consiguió, aunque no el castillo
En la noche del 11 de marzo de 1507, se desató una gran tormenta y César ordenó retirar la vigilancia de la villa, lo que fue aprovechado por sesenta jinetes del conde de Lerín, posiblemente con la colaboración de algunos vecinos, para evadir el cerco, entrar en la fortaleza a través de una poterna o pasadizo de las murallas, llamada tradicionalmente «Puerta del Socorro», y abastecer a sus defensores con víveres para un mes más.
Al amanecer, la guardia vió cómo los jinetes abandonaban el castillo en dirección a Mendavia y dieron cuenta a César Borgia. Éste, encolerizado al sentirse burlado y humillado se pertrechó, tomó las armas y un caballo y se lanzó en su persecución por el Portal de la Solana.
César no se percatóbía que ha dejado atrás a su guardia y a sus soldados hasta que llegó al término conocido como «La Barranca Salada».
Aquí tres hombres del conde de Lerín le prepararon una emboscada, Garcés de Ágreda, Pedro de Allo y otro de nombre desconocido. Luego se apoderaron de sus ropas y bienes y le dejaron allí su cadáver completamente desnudo sin que se supiese exactamente quién era el caballero ahí tirado, hasta la llegada de Juanicot, paje de César, que se echó a llorar como un niño, abrazado a los despojos de su señor. El conde de Lerín, como buen caballero, le hizo duelo y permitió a Juanicot trasladar el cadáver a Viana para  enterrarlo en la iglesia de Santa María. Su epitafio decía:
“Aquí yace en poca tierra
el que toda le temía,
el que la paz y la guerra
en su mano la tenía.
¡Oh tú, que vas a buscar
dignas cosas de loar!
si tú alabar al más digno
aquí para tu camino,
no cures de más andar”
.
Este sepulcro permaneció poco tiempo en la iglesia de Santa María, ya que a mediados del siglo XVI, un obispo de Calahorra, a cuya diócesis pertenecía la parroquia de Viana, consideró un sacrilegio la permanencia de los restos de este personaje en lugar sagrado. Mandó sacarlos y enterrarlos frente a la iglesia en plena Rúa Mayor, «para que en pago de sus culpas le pisotearan los hombres y las bestias». El resultado final fue la destrucción del mausoleo. En 1884 se localizaron lo que se suponen sus restos en la Rua de Santa María o Calle Mayor, a los pies de la escalinata frente a la entrada principal de la iglesia, y se dejaron en el mismo lugar.
En 1945 se vuelven a exhumar los restos y se analizan, siendo depositados en 1953 a los pies de la portada de la iglesia, en el exterior pero dentro del recinto de ésta, bajo una lápida de mármol blanco que dice así: «César Borgia generalísimo de los ejércitos de Navarra y pontificios muerto en campos de Viana el XI de Marzo de MDVII».
Con motivo del 500 aniversario de su muerte, el arzobispo de Pamplona autorizó el traslado de sus restos al interior de la iglesia.